jueves, 6 de noviembre de 2008

Virgen de la Candelaria de Ocaña

El 2 de Febrero de cada año, los Ocañinos celebran alborozados la fiesta de la Virgen de la Candelaria, Patrona Espiritual de Ocaña. Esta milagrosa imagen, manifiestan, fue traída de España durante la colonia.
La venerada imagen lleva en su mano derecha un cirio y una canastita de mimbre; en el brazo izquierdo sostiene a un hermoso niño que tiene en sus manos una honda, según dicen es para lanzar piedras, a los malos espíritus que pululan en el lugar.
La bella efigie que se encuentra en el templo, en todo momento atrae la mirada de los fieles; ella se ha ganado el afecto de los corazones del sufrido pueblo. A la bendita santa, acuden los afligidos y los enfermos, pidiendo una gracia que pudiera aliviar sus males.
Cuando se presenta la temida sequía en la región, los desesperados pobladores llevan en procesión a la santa patrona al cauce del río seco para rogar desde allí al Señor, la venida de agua nueva y así regar sus sedientas tierras.
Antes de iniciar la procesión de la virgen, separan al niño de su madre, dejándolo en el sagrario de la iglesia. Sucede que, al ser despojado el párvulo del brazo de su progenitora, en contados minutos se inicia una tempestad que pone en inminente peligro a la población, entonces los atemorizados fieles corren a traer al niño para reunirlo con su inseparable mama. Si la torrencial lluvia se calma es porqué la santa deja de estar enojada por el despojo de su hijo.
Uno de los milagros concedidos precisamente en el mes de febrero, fue a una señora de escasos medios económicos cuando se le presento un agudo caso de apendicitis. El cólico era persistente y doloroso. Su desesperado hijo en su motocicleta enrumbo con ella en disección a palpa porque en el pueblo no existía galeno ni posta médica donde ser atendida. Al llegar al sector de molinos se presento una tormenta y las aguas del río rebasaban peligrosamente su cauce poniendo en peligro sus vidas. A pesar de los insoportables dolores que tenia, la desdichada mujer, tuvo animo un instante para arrodillarse y así implorar llorando a la virgen Candelaria le salvara la vida. Tan conmovedora fue la suplica que en contados minutos los dolores desaparecieron, la tempestad calmo y las aguas del torrentoso río bajaron su caudal, permitiendo continuar el ansiado viaje, donde la desconsolada dama, pudo internarse en el hospital de esa ciudad salvando de una muerte segura
E. Z. B.

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